Salva de Madrid nos envía el siguiente relato:
Un niño japonés llega a los Estados Unidos de América. Es el primer día de clase y la maestra presenta a SUZUKi, hijo de un empresario japonés, a sus compañeros de clase de sexto grado.
La maestra les dice: “Empecemos repasando un poco de Historia Americana. A ver, ¿quién dijo denme la libertad o denme la muerte?
La clase queda muda, excepto Suzuki.
-Lo dijo Patrick Henry en 1775.
Muy bien. Y ¿quién dijo el gobierno del pueblo para el pueblo no debe desaparecer de la faz de la tierra?
Nadie de la clase responde, excepto Suzuki:
-Abraham Lincoln, 1863.
La maestra, asombrada, les dice:
Chicos, debería darles vergüenza. Suzuki, que es nuevo en nuestro país, sabe más de nuestra historia que ustedes.
La maestra alcanza a escuchar entonces un susurro:
A la mierda con los malditos japoneses …!!
¿Quién dijo eso? pregunta la maestra.
Nuevamente Suzuki levanta su mano y responde:
-General McArthur en 1942 y Lee Iacocca en 1982.
La clase queda muda y uno de los chicos alcanza a decir:
¡¡Voy a vomitar!!
La maestra trata de saber quién fue el irrespetuoso.
¡¡Ya está bien, chicos!! ¿Quién dijo eso?.
Y Suzuki responde:
-George Bush padre al primer ministro japonés en 1991.
Uno de los alumnos, furioso, le grita al japonés desde el fondo:
¡¡Chúpame esta!!
Suzuki, casi saltando en su silla, le dice a la maestra:
-¡¡Bill Clinton a Monica Lewinski en 1997!!.
La clase entra en un estado de histeria. La maestra se desmaya, cunde el caos. Mientras los chicos se arremolinan en torno a la desvanecida maestra, uno de ellos exclama:
¡¡Mierda!!. Y ahora, ¿cómo salimos de ésta?.
Y Suzuki responde:
-George W. Bush inmediatamente después de la invasión de Irak, 2003.
Por último, uno de los chicos, harto ya de tanto protagonismo del japonés le espeta a voz en grito:
¿Por qué no te callas? Y Suzuki responde:
-Juan Carlos I Rey de España al presidente de Venezuela Hugo Chávez en Santiago de Chile, 10 de Noviembre de 2007.
Cuentan las crónicas que llegaron a las manos (Caín y Abel en tiempos de maricastaña, o sea, lo de siempre).